Algunos de mis quizás

Quizás…

sea verdad que te quiero. Que, quizá, me lo esté negando para vestirme con la gloria de una fuerza que no me corresponde (que no me corresponde, como tu palpitar) para seguir creyendo que tengo el control de estos latidos y de esas noches de ojos despiertos. Que, quizá, no quiera pronunciarlo ni pensarlo en voz alta, temiendo que algún hechizo se cierna sobre mí como el de un espejo hecho añicos contra el suelo. Que, quizá, estar callada sea mi mejor placebo, el que me hace sentir que soy libre en medio de esta jaula de callejones y muros sin salida.

Días grises. Días de gatos negros.

 

Y sé… Que estas aceras son infinitas, son un paseo a ninguna parte sin ti. Que el castillo ya no luce tan bonito ni tan majestuoso desde que no pasamos por el túnel de los vientos rozándonos con disimulo, pretendiendo una timidez muy ajena a nuestra edad, ocultando nuestros verdaderos rostros en el refugio que regalaba la noche bajo los viejos arbotantes de la historia de esta ciudad.

Ojalá otra vez el frío. El que me trajo a ti, el que me dio tu calor y la parte más sincera de tu sonrisa. Ese frío que abrasaba los sentidos y que tiñó de rojo fuego aquel mirar. Aquel mirar ahora tan extraño e invisible en tus pupilas.

Ojalá…

Recuerdos. Los que me atan de pies y manos y no me dejan desviarme hacia otro lugar. Otro lugar mejor, quizá. Y yo, (por mi testarudez, quizá), me encadenaría a las paredes de tu piel, a los pilares de tu iglesia, a las piedras de tu calle,… con tal de verte amanecer cada mañana con tu café y tus prisas desordenadas, con tal de respirarte en medio de tu caos. Que podría pintar mis dudas de colores alegres y vistosos si pudiese quedarme a vivir en tu canción, en tu almohada, en cada 14 de enero.

Ojalá otros quizases.